El Lago de Andara (ahora un charco) desapareció en 1911 como consecuencia de una voladura que originó una brecha a través de la cual el agua se filtró. Con unas 11 hectáreas de superficie y unos 15 metros de profundidad, era la tercera masa de agua de los Picos, tras los lagos de Covadonda. Una vez más, la mano del hombre acabó en unos días con uno de los ricones más bellos de los Picos.
Un último estudio de un equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo ha confirmado y ubicado dicha fisura en el terreno, consecuencia de la destructiva actividad minera desarrollada en esa zona de los Picos desde finales del siglo XIX, lo que abriría la puerta a su posible recuperación.
Constatar que fue la mano del hombre y no otros factores medioambientales los que provocaron su desaparición es fundamental si se pretende recuperar el lago Ándara, según los técnicos.
El profesor de Geología de la Universidad de Oviedo, Jorge Gallastegui Suárez, responsable del estudio geológico y geofísico del sustrato del lago Ándara presentó el otro día las conclusiones de este estudio en el centro de visitantes de Sotama (Cantabria).
Se trata de trabajo de investigación a través del cual se han podido identificar las zonas de pérdida de agua que provocaron la desaparición del lago Ándara y que han sido localizadas en la zona norte del lago, en un punto que coincide con la intersección de dos filones de mina denominados El Lago y El Rosario. Tampoco se descarta una segunda fuga, al suroeste de la laguna, si bien los datos no han sido concluyentes.
Evidenciada ya la relación directa entre la actividad minera y la fuga, los investigadores se plantean ahora la necesidad de acometer una segunda fase del estudio, como paso previo a la elaboración de un informe técnico para el hipotético sellado de la fisura.
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La intención ahora es acceder a las galerías de la mina y dar con el lugar exacto de la fuga, comprobar si el agua procede de la charca y hacia dónde se filtra. Esa podría ser la antesala para la recuperación del lago de Ándara, la gran bolsa de agua del Macizo Oriental de los Picos de Europa que a principios del siglo pasado contaba con una superficie de 19.000 metros cuadrados y que hoy en día apenas es una charca con un diámetro de unos 10 por 20 metros cuya masa fluctúa en invierno y verano sin llegar a secarse por completo.
Según la Universidad de Oviedo, hoy en día hay medios técnicos para sellar las fugas del terreno existentes, sin embargo habría que plantearse otros parámetros. De un lado la viabilidad económica del proyecto y de otro los factores medioambientales, ya que al tratarse de un espacio protegido las técnicas deberían ser respetuosas con el medio.
Ahora toca valorar si la mano del hombre debe de intervenir de nuevo en la naturaleza, pero esta vez para subsanar un error que jamás tuvo que ocurrir...
FUENTE: La Voz de Asturias
